Consumí el aloe de tus entrañas
que se ofrecían en melancolía
y se me apoderó una fuerza extraña
que me abotagabas en demasía.
El mar, ese piélago que se ensaña
blando y dúctil como una melodía
que desde la libertad se acompaña
río arriba, con la espuma baldía.
Mi mejor poesía eres tú
estar a tu lado, sentirte cerca,
mirarte a los ojos a cada instante.
Soñar que me rodea en esta alberca
un corazón rosa cristal diamante
que ilumina a un padre como a un
Lulú.
«A mi querida hija Mar
Aranda Hermosilla»
«Es filóloga y me ayuda en
todo. Como su nombre indica el mar es siempre azul y un cielo de esperanza.
Gracias, filla, esprisions e embelecos en a mía Luenga Aragonesa»
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